Protestas de Generación Z: una ola de descontento social

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En 2025 venimos observando una tendencia de descontento social que puede impactar y configurar el panorama político en todo el mundo: las protestas juveniles, lideradas por la Generación Z, emergen como fenómenos sociales con impacto tanto local como global.
Cuando lo global impacta sobre lo local
Las protestas de Generación Z no son manifestaciones esporádicas y puntuales por problemáticas como la inflación, sino que se configuran como un conjunto de movilizaciones donde convergen demandas de justicia social, exigencia de mejoras en servicios públicos, lucha contra la corrupción, derechos digitales y, en definitiva, una reconfiguración de la relación entre ciudadanía e instituciones políticas.
Una característica definitoria de estas protestas es que muchas de las causas trascienden los límites nacionales, aunque en cada país se manifiesten con particularidades propias.
A modo de ejemplo, algunas de las protestas en lugares tan geográfica, social y culturalmente distintos, como Nepal, Marruecos, Madagascar o Perú, comparten patrones: insatisfacción económica, manifestada en altos niveles de desempleo juvenil; inflación, con incrementos en costes de vida; deterioro de servicios básicos y economía informal; percepciones de corrupción o nepotismo en la clase política; y rechazo de decisiones políticas consideradas injustas o desconectadas de la realidad cotidiana de la ciudadanía.
Todas estas dinámicas se pueden ver representadas en el caso de Nepal, donde la suspensión de decenas de plataformas de redes sociales generó un efecto en cascada: una medida pretendidamente técnica o regulatoria se ha convertido en catalizador de una protesta masiva que exigía, entre otras cosas, restitución del acceso digital y mayor responsabilidad política. En Marruecos, las protestas se han canalizado en un contexto en que el Estado venía realizando inversiones en grandes eventos deportivos internacionales, mientras que la población joven exige una mayor prioridad en infraestructuras y servicios públicos.
Estas dinámicas reflejan cómo decisiones e impactos externos, independientemente de instituciones globales o efectos inducidos por mercados internacionales, como la inflación o los retrasos en cadenas de suministro, permean la política local y el descontento ciudadano.
Para el sector privado, además, estas situaciones suponen una fuente de amenaza hacia la continuidad de negocio, con independencia del lugar de origen del foco de conflicto: interrupciones en la producción por disturbios sociales, bloqueos logísticos, riesgos reputacionales si se percibe que una empresa contribuye o se beneficia de problemas estructurales, etc.
Polarización y falta de confianza institucional
Otra dimensión estrechamente ligada a estas protestas es la creciente polarización social y la desconfianza hacia las instituciones públicas, los partidos políticos, los medios de comunicación y, en general, los mecanismos tradicionales de representación. En este sentido, hasta el 40% de los ciudadanos en todo el mundo apoyan formas hostiles de activismo como medio legítimo de cambio político-social, incluyendo el ataque a personas en medios digitales o el desorden público.
Este clima de polarización deteriora la capacidad institucional, elevando el riesgo de enfrentamientos violentos y formas de respuestas autoritarias, y generando un mayor riesgo de inestabilidad política, como la dimisión del Primer Ministro en Nepal.
Todo ello se canaliza en formas de protesta simultánea registradas en diversas partes del mundo, utilizando mecanismos y simbología común. A modo de ejemplo, durante las últimas semanas destaca la utilización de la bandera del anime One Piece en protestas en países como Indonesia, Nepal, Madagascar o Perú.
Utilización de tecnologías
En esta oleada de protestas la tecnología está jugando un papel esencial: más allá de la utilización de redes sociales como medio de comunicación, también se están configurando como núcleo de coordinación, debate político y forma de visibilidad global.
Entre los datos se destaca el incremento de hasta el 8.000% de descargas de VPNs en cuestión de días tras el bloqueo de redes sociales. Adicionalmente, herramientas como Discord, utilizada originalmente en el nicho del mercado de los videojuegos, se están utilizando como medio de comunicación y debate político. Al respecto, en Nepal se ha canalizado el debate político en canales de esta aplicación, retransmitiéndose en directo en medios de comunicación nacionales y donde el ejército solicitó a los administradores una propuesta de candidato de consenso, que derivó en la elección de Sushila Karki como Primera Ministra Interina.
Entre los principales insights sobre la utilización de tecnología se destaca:
- Velocidad de propagación: las redes facilitan que una idea circule con gran velocidad, dentro y fuera de fronteras, lo que multiplica la presión y visibilidad, como las imágenes del Parlamento Nacional en llamas en Nepal.
- Descentralización: al no depender de liderazgos tradicionales, partidos o sindicatos, los movimientos suelen organizarse en redes horizontales, con nodos flexibles que pueden adaptarse si se producen formas de censura o arrestos.
- Resistencia tecnológica: utilización de VPNs, servicios cifrados y plataformas descentralizadas para sortear bloqueos de redes. De hecho, en algunos países se ha registrado un notable incremento de la utilización de tecnología bluetooth al posibilitar redes mesh, permitiendo que cada dispositivo actúe como nodo y transmita datos al siguiente, generando así una malla de comunicación sin necesidad de acceso a Internet o servidores centrales.
No obstante, la utilización de tecnologías en las protestas también está suponiendo una fuente de desinformación. Las versiones falsas de diferentes hechos o noticias, como la supuesta demanda de declarar a Nepal como Estado hindú, incrementa la polarización y el riesgo de enfrentamientos violentos.
En definitiva, las protestas de la Generación Z en 2025 muestran una clara evolución del impacto de redes sociales y las corrientes de descontento global. Un suceso en un país remoto puede suponer el inicio de un conflicto social en otro continente, exacerbado por el impacto mediático del eco de las redes sociales.
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